viernes, 27 de junio de 2008

La territorialización de las subjetividades: la otra Geografía

por:

DAVID ROSENDO RAMOS



Las percepciones y los sentimientos que motivan y caracterizan nuestra vida también pueden ser objeto de análisis para la identificación y representación de espacios asociando a ellos ideas, símbolos o emociones que los van a definir en lo sucesivo.

En un mundo cada día más dominado por la imperiosa y aplastante racionalidad, donde el conocimiento de la naturaleza humana en sus dimensiones poliformes exige del análisis empírico más riguroso y concreto, se impone una nueva concepción del estudio de la distribución de los fenómenos que caracterizan a los seres humanos. Este nuevo planteamiento deslocalizado de las teorías generales del conocimiento, para su posterior focalización al campo de la disciplina geográfica, crea lo que se ha venido en denominar la geografía de la percepción, la otra geografía, nacida en los años setenta durante la denominada “Revolución del comportamiento”, que ha sido tan estudiada por autores como Lynch o Bailly, y que no tiene su paralelo académico en las aulas.

Este artículo tiene una doble y sana ambición, de un lado pretende acercar a la comunidad de docentes que erigen la ciencia geográfica, y también histórica, a esta desconocida rama de la Geografía que brilla por su ausencia dentro de la estructura organizativa de los planes de estudio de la Educación Secundaria Obligatoria, y de otro lado lograr, tras la lectura del artículo, el objetivo de impulsar alguna creación conceptual y una estrategia metodológica –de ahí que el tono del escrito tenga un carácter técnico a la vez que divulgativo– que implique su integración en las programaciones de aula de cada docente de manera puntual y aproximativa.

La arquitectura de la temática de los planes de Geografía en la actualidad de las enseñanzas medias refrenda, ley educativa tras ley educativa, la negación de diferentes ramas del saber geográfico. Esto sería objeto de otra disquisición pero desborda los propósitos del presente artículo, apuntalando sistemáticamente la materialidad de los fenómenos geográficos sin prestar ninguna atención al cariz etéreo e inmaterial que contiene la propia ciencia geográfica. Trasladando dicho párrafo a la ejemplificación, para ganar concreción explicativa, podríamos decir que los libros de texto abordan tipologías climáticas, tendencias urbanísticas, descriptivismo orográfico o cuantificación de características demográficas sin barruntar ni siquiera la inextricable relación de lo percibido, lo sentido o lo vivido por el ser humano contextualizándolo con el soporte de la geografía, el territorio.

Geografía de la percepción


Nuestro interés en esta línea de investigación geográfica se basa en que ofrece numerosos puntos de vista para comprender las ideologías territoriales, los conflictos espaciales, así como sus connotaciones simbólicas en los niveles individuales y sociales. Aparece en la Geografía de la percepción el concepto de lugar como centro de significado propio, como identificación personal y foco de vinculación emocional para el hombre y, por extensión, en los conceptos de localización y deslocalización que ejercen, respectivamente, la función del arraigo y del desarraigo humano en vinculación directa con los lugares conocidos o desconocidos.

En lo concerniente a la impregnación ideológica de los territorios podemos resaltar que no es infrecuente encontrar a lo largo de la geografía física y política de España, y por supuesto de otros lugares de la Tierra, zonas geográficas que están intrínsecamente anexadas a idearios diferenciados. Es posible que determinadas colinas, puentes, plazas o entidades territoriales más extensas como ciudades o regiones hayan sido protagonistas de defensas locales, pronunciamientos o “atrios improvisados” que se han levantado como lugares de culto o incluso son recordados, visitados u honrados.

De esta elucubración se desprende automáticamente que en función de los criterios de definición personal en los órdenes social, económico o político de los diferentes individuos, estos emblemas territoriales o espacios geográficos cargados de subjetividad han conformado el caldo de cultivo de numerosas disputas entre seres humanos a lo largo y ancho de la historia universal. El Puente de los Franceses, la Plaza Roja de Moscú, el Muro de Berlín o el Valle de los Caídos pueden ser algunos ejemplos.

La idiosincrasia de un espacio geográfico es la toma en consideración de la totalidad de percepciones colectivas que tienen sus habitantes, con relación a su pasado, sus tradiciones y sus competencias, su estructura productiva, su patrimonio cultural, sus recursos materiales y su futuro. Estos aspectos conforman el espectro de experiencias vitales que cada uno de los miembros de las entidades territoriales posee a lo largo del devenir del tiempo que le toca vivir.

Cartografías de las vivencias


¿Alguna vez han sentido melancolía al pasear por vuestro antiguo centro escolar? ¿En alguna ocasión han vuelto a revivir cierto grado de euforia al recordar la medalla de oro que ganaron en el campeonato de atletismo local celebrado en el polideportivo de su unidad urbana o, más comúnmente llamada, barrio? O, finalmente, ¿han experimentado la sensación de tristeza al visitar el café-teatro en el que conquistaron cual D. Alejandro Farnesio a la chica que por los avatares de la vida hoy ya no la comparte con usted?

Si fuéramos capaces de dibujar o representar espacialmente nuestros recuerdos, sensaciones o sentimientos estaríamos configurando cartografías mentales, es decir nuestras representaciones personales, subjetivas, simplificadas, parciales e intransferibles de los paisajes vitales por los cuales desarrollamos nuestra existencia. Estos ejemplos, de andar por casa, que hemos enumerado son solo una esquirla de la amplia barcaza de posibilidades que se nos brinda ante dicha disciplina.


La conexión entre los espacios y las acciones con consecuencias sensitivas son, aunque no seamos conscientes de ello, una constante en los aspectos cognitivos de los seres humanos generando en algunos casos acciones mecánicas físico-motoras o psicológicas que se somatizan en el individuo que pasa por el proceso. Piensen si no en una chica que circula por un tramo de calzada donde observó en un tiempo pasado un accidente de circulación de un vecino suyo; el hecho todavía le provoca ganas de llorar. O, quitando dramatismo al asunto, el muchacho que pierde el apetito y entra en un estado de nerviosismo leve cuando observa el aula de grados de la universidad donde tuvo que exponer su tesis doctoral sobre la figura de Al Mutamid. Para estas dos personas la concepción que poseen sobre un espacio geográfico determina la forma de interactuar, ya que por la coyuntura que les ha unido a él son capaces de crear ideas concretas que otro seres humanos que adolezcan de acontecimientos con base territorial en ese lugar no pueden forjar, ya que para estos últimos el espacio es indiferente, neutral.

Referentes geográficos mutables


La máxima plenitud de este desarrollo argumental sería el que varias personas pueden considerar o inspirar sentimientos en sí mismos muy variopintos de un mismo lugar en función de su contacto con él. La geografía de lo material, costas, ríos o vegetación es fija e inmutable, al menos en escalas de tiempo humanas, a no ser por la entrada en liza de desastres naturales o por procesos antrópicos, mientras que la territorialización de las emociones o los sentimientos puede mutar en cuestión de segundos o del sujeto al que se refiera la acción.

Los mapas mentales pueden diferir en función de quién los realice, hasta el punto de que territorios idénticos pueden ser pasados por los filtros vivenciales de cada individuo llegando a matizar, puntualizar, resaltar u obviar elementos del paisaje urbano. Es decir, en un mismo barrio alguien podrá usar itinerarios diferentes, señalar hitos dispares y localizar su destino por sendas distintas en función de sus necesidades diarias y de la preferencia en su elección a la hora de acceder a cualquier espacio geográfico de su barrio o ciudad. Su representación gráfica del lugar, aun siendo la misma área, será completamente distinta si la comparamos con la de cualquier otro individuo.

Imaginemos que le pedimos a nuestro grupo de clase, y en particular a dos chicos o chicas que vivan en la misma calle del municipio, que nos dibujen en un DIN A-4 con nodos, puntos, líneas y polígonos el recorrido diario al centro educativo, marcando los elementos del entorno urbano que estén íntimamente relacionados con ellos en el trayecto, aquellos que les inspiren algún deseo o sentimiento, o simplemente los que ellos crean ser necesarios para que el croquis mental del itinerario sea verdaderamente eficiente para que otra persona arribara al destino sin muchos contratiempos. Baste decir que tras la realización de este pequeño ejercicio se podrá comprobar que existen múltiples planos urbanos del municipio en cuestión ya que la subjetividad no es uniforme como si lo son los elementos materiales que definen los espacios geográficos. Este método de trabajo incluye aspectos como la afectividad o el simbolismo que se desprenden del espacio vivido.

Se podría realizar una tipificación de las distancias en tres categorías según la referencia anterior:

• La estándar, que es la del espacio geométrico privilegiado, como consecuencia de nuestro aprendizaje del mundo a través de representaciones euclidianas.
• La estructural, dependiente del sistema de relaciones y el uso de ciertas sendas o caminos por parte de toda actividad.
• La afectiva, que preconiza la valorización de los espacios vividos.

Otra de las cuestiones que aborda la Geografía de la percepción es la vinculación entre el individuo, el entorno inmediato y las aspiraciones vitales. En la urdimbre mental realizada a través de instrumentos euclidianos que generan relaciones topológicas para la configuración de espacios vividos es extraordinaria la unión entre dichos esquemas personales y la ubicación de las zonas en la ciudad que recogen las metas u objetivos que se pretenden conseguir. Podríamos decir que en nuestro cerebro albergamos un catálogo de mapas subjetivos de todo orden, desde los espacios relacionados con el futuro personal, el profesional, los enclaves que han definido tu vida familiar o de pareja...

Toda la superestructura, por usar una terminología del filósofo alemán más influyente de la historia, el cuerpo de ideas y pensamientos que rondan nuestra mente, las emociones que surcan nuestro cuerpo al recibir influjos sensoriales exógenos se proyectan, por un efecto de retroalimentación, hacia los elementos estructurantes del territorio o al propio terreno en sí. Este proceso de condicionamiento psicológico de los seres humanos sobre los territorios podría ser objeto, sin entrar en planos de análisis demasiado profundos, de exposición entre nuestros alumnos y alumnas de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, ya que, en primer lugar, conocerían la imbricación de los conceptos objetivos en las subjetividades por mediación de la geografía, y de otro lado desarrollarían sensibilidades geográficas nuevas ante la transformación teórica de la geografía tradicional impartida en los centros educativos.

2 comentarios:

Javier Nuñez Villalba dijo...

Hola Fer:

He visto tu blog, me parece super interesante, empezaremos a generar debate y empezaremos a escribir cosas de nosotros.
Te invito a escribir a mi blog, podemos hacer temáticas diferentes para no repetir nuestras inquietudes.
Saludos y muy buenos tus post

anavirtual dijo...

Muy bueno el posteo...y es cierto que la geografía de la percepción es una mirada ausente dentro de los programas y metodologías de enseñanza.
Hace poco trabajos, dentro de esta concepcion, con alumnos del ultimo año del secundario. Indagamos la construcción social del riesgo de inundaciones a partir de las percepciones y la memoria...a los chicos les encantó y el trabajo realmente resultó muy interesante.